April 07, 2011

Zócalo de Cuernavaca I

Uno se fue porque quiso

En un mal día llegábamos a ser cuarenta. Si era viernes y había tocada, se duplicaba o triplicaba el número. Teníamos entre catorce y ventitantos años. Si bien no todos eran amigos de todos, cada uno conocía bien al resto, aunque fuera por oídas. Había un código estricto de no consumir drogas ni alcohol en la plaza, porque no estábamos dispuestos a cedérsela así como así a la policía. Por lo demás, nos gustaba el alcohol, nos gustaba la mariguana, nos gustaban las patinetas y el grunge y el metal, nos gustaba la música de protesta y los huipiles, nos gustaban los malabares y el reggae, nos gustaban la literatura y las revistas porno, nos gustaban los museos y el grafitti, nos gustaba la vida, nos gustaba mucho, mucho la vida. 

Nunca faltó alguno que, no por desprecio a la vida, sino por la desesperación de sacudirse un dolor que no lo dejaba sentirla, se quiso colgar de una viga. Lo lloramos, y en el fondo de nuestro corazón lo regañamos -Pinche Chucho, cómo fuiste a dejar que te encontrara así tu papá. Qué terrible mañana le diste y luego de eso, qué vida miserable lo dejaste viviendo. Eso no se hace, Chucho, dondequiera que estés, no se hace.

1 comment:

Unknown said...

Al final estaban los que estaban cuando eran quienes eran...