February 28, 2011

Hans

Yo nunca conocí a Hans, ni sé de dónde me viene este recuerdo tan claro. Una vez me tomó la mano derecha y con el índice y el pulgar pintó sobre ella un paisaje impresionista sin colores que en tres minutos me hizo caer dormida en la mesa del bar. Lo llamó shiat-su y fue la razón que algunos meses después me tendría despertando a las siete de la mañana en sábado para ir a tomar clases de lo que yo entendí como el arte de hacer dormir a la gente presionando las yemas de los dedos sobre millones de botones invisibles. 

De Hans me hubiera gustado aprender el buen hábito de nunca mezclar alcohol con cocaína. Tomar jugos de frutas es mejor, decía, porque evita que se formen cristales en las venas. Esa enseñanza nunca bien valorada la recordé con temor tantas veces como la desobedecí. Tampoco aprendí de él la buena o mala costumbre de hablar con extraños, de inyectarse bajo la lengua, de exiliarse en un país más cálido. 

Aparentemente yo no era la única persona que no conocía a Hans. Tampoco lo conocían sus vecinos, que no echaron de menos el grueso acento germánico de sus buenos días hasta que no soportaron el hedor que los llevó a tirar la puerta de su departamento. Ni debieron conocerlo sus familiares, que nunca reclamaron el cuerpo del extranjero. Todos los demás, en cambio, sí lo conocieron, y saben cómo y cuándo se tatuó la serpiente en el antebrazo y porqué le gustaba usar zapatos blancos. Yo sólo lo vi una vez. Cuando me dijo su nombre yo ya sabía bien quién era, y le di la lista de las amantes que tuvo, tendría, o debería tener. No sabía de él más de lo que sabía él mismo, pero sí sabía cosas diferentes. Aunque eso, de nuevo, no es raro, porque la verdad es que soy de la poca gente que nunca conoció a Hans.

February 15, 2011

...qué más da quién sea Lupita D'Alessio

Cuenta mi hermana Angélica que en un concierto, exasperada porque el público coreaba sus letras, Lupita D'Alessio interrumpió la canción para reclamar: "¡Bueno, con una chingada, ¿cantan ustedes o canto yo?!". Acto seguido lanzó el micrófono y más por estadística que por puntería, dio en la cabeza de alguno de los concurrentes. Con esto se retiró del escenario, rabiosa, sólo para seguir profiriendo más maldiciones ante los reporteros que la seguían, tan excitados por el desplante de la Leona Dormida como lo estaría una jauría de french poodles por el olor de adrenalina de un intruso. Y no sé si el mismo día, o en una entrevista distinta, pero sigue contando Angélica que una admiradora le suplicó, ante la inminecia de su retiro profesional: "¡Lupita, no te vayas!". Lupita la volteó a ver, ojos desorbitados de furia (aquí habría que ver la personificación de la escena que hace mi hermana, que para eso de contar y actuar es una grande) y le espetó: "¡Sí me voy, me voy porque ustedes ya me tienen hasta la madre!".

Yo no sé si esta anécdota es exageración a medias, mentira completa, o simple verdad. Pero hay historias tan buenas que merecen ser contadas aunque no sean ciertas. Si no coinciden con la realidad, la realidad es la que se lo pierde.

(Tampoco sé en qué momento este blog salió de su romance de hospital, depresión pre-parto o lo que sea que lo haya tenido en ese mullido letargo de meses, para despertar hablando sobre chismes de chismes de espectáculos. Yo pensé que la siguiente vez que escribiera lo haría sobre un tema académico sesudo o el tópico político de moda. No cabe duda que uno nunca termina de conocer su propio blog. Bienvenidos de vuelta).