November 17, 2009

Los animalitos que da de comer tu ausencia

"Con el amor que me desborda y cae /
todo a mi alrededor engordan los
animalitos que da de comer tu ausencia"

Juan Gelman. Poesía de Exilio.

I

Tiene muy bonita música, pero quién va a querer venir a ver esta película y por qué te saliste del cine -le pregunto a nadie.

Hoy por ejemplo, se ve en sus pantallas -en las de ustedes, que no están- un cielo claro con estrellas y un barrio con árboles de otoño. No se ve, pero se siente un vientito que para esta época del año llamaremos cálido. Y yo, el único personaje de esta película donde no pasa nada y pasa todo, voy caminando en la calle iluminada con faroles. Se me están rodando las lágrimas, se me salen sin querer, pesadas y redondas, como se salen las monedas de un bolsillo roto. Y es que últimamente así voy perdiendo todo, todas las certezas se me han ido cayendo mientras paso.


II

Si sigues enfermo, pero también si ya estás mejor, quiero que escuches un vals de Canaro, que hace unos días escuché en una película donde tampoco pasaba nada. La vida misma era lo único que pasaba, con toda su insignificancia y esa impermanencia que la hace tan pesada y tan ligera al mismo tiempo. Se trataba de un tipo que vivía. Al tiempo, iba juntando potenciales recuerdos, muchos de cosas que después iba a olvidar. Y al final -decía alguien- eso es lo que nos queda: los amigos que va uno dejando por aquí y por allá. Era la vida al ritmo de este valsecito. Te lo pongo porque sé que te gustan los valses. Y a mí me gustan los tangos, me gusta mucho Canaro.





Anoche soñé que nos tomábamos un café de esos larguísimos que nos tomamos una vez al año. Estábamos al aire libre a la sombra de un árbol y me caían encima cientos de animalitos. Mis hermanos me ayudaban a quitármelos del cabello, de la espalda, de la ropa. Me podría haber horrorizado pero en lugar de eso sólo dejé que me ayudaran a sacármelos de encima. Yo seguía contenta porque estaba tomando café contigo a la sombra de un árbol, como en una película a colores.

Unas horas después de despertar, recibí el correo donde me dicen que estás bien y que no me preocupe. No me preocupo, sólo se me ruedan las certezas, pesadas y redondas, como las lágrimas que se salen de un bolsillo roto. Sobre todo por la distancia, por no poder estar allí.


III

Estaba platicando con mi rumeit, K.J., sobre esa teoría evolucionista que dice que el lenguaje surgió cuando las sociedades de primates ya eran demasiado complejas para seguir sacándose los piojos unos a otros con fines de cohesión social. Por eso los primates, muy listos, inventaron algo más práctico para socializar y eso fue el lenguaje. A mí esa historia me gusta porque más que ciencia parece pura poesía.

"Es un tiempo de mucha ausencia" -dice K.J. Y lo confirmo: yo no dejado de hablar con mis amigos ni con mi familia. Sé lo que escriben, lo que piensan, veo sus fotos. Sé que ya tuvieron hijos o que se mudaron de casa, y me río con sus ocurrencias. Pero ya no recuerdo el timbre de sus voces, el aroma de su ropa, o el sazón de su cocina. "Tenemos que regresar a sacarnos los piojos" -dice K.J. -"El lenguaje lo ha vuelto abstracto todo. Y no es que eso esté mal, pero es que hace falta volver a limpiarnos unos a otros las cabezas".


IV

En días como hoy no entiendo a quien pudiendo escoger un abrazo escogió la ausencia.